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1816. Año Nuevo

  Las celebraciones de la Nochevieja han sido fastuosas y llenas de buenas nuevas para este año que comienza. Mi esposo, ya relevado de sus funciones en el cuarto ejército en calidad de disperso, y yo, hemos cenado con la familia en la casa de un primo suyo que vive en Bidache: pavo asado, champagne del Norte de Francia y dulces navideños. Hoy, ha amanecido un día de cielo plomizo, y he aprovechado que todos descansaban al abrigo de la chimenea para dar un paseo.

 

 En las proximidades de Bidache se encuentra un castillo semiderruido, de una belleza romántica ténue y decadente. Me he sentido atraída por sus ruinas, como si una fuerza poderosa me llamara hacia ellas. Mi esposo me ha explicado durante la cena que fue destruido durante la Revolución del 89. Sus pareces se mantienen en pie, pero no queda rastro de sus interiores. ¿Qué fue de sus lujosas habitaciones? ¿Dónde fueron a parar los óleos que adornaban sus paredes? ¿Y las lámparas que alumbraban sus estancias? ¿Qué fue de sus moradores, los señores de Gramont? Creo recordar que Antoine VII de Gramont pudo salvarse de la guillotina gracias a que Robespierre murió antes y también a que se acabó el Gran Terror, pero padeció el encarcelamiento en Fointaineblau durante muchos años e incluso pudo volver a enamorarse durante su encierro. Napoleón tomó el relevo a la Revolución para dominar el mundo bajo su yugo, sembrando la guerra y el dolor por toda Europa, como bien sabe mi marido, que luchó durante años contra él.

 

 En este año que comienza por fin se ha podido acabar con los afanes dominadores de este emperador y está por fin encerrado en la isla de Santa Elena, como un nuevo Prometeo. Siento que el mundo es ahora un lugar un poco más seguro, aunque aún no haya toda la libertad que quisiéramos…

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Música sugerida:
https://www.youtube.com/watch?v=0iEXFyc0OQk
Publicado en mi Facebook en la Navidad 2018-2019
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