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Pique Nique Bordeaux

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Corría el año 1917. Año de la Gran Guerra (que a posteriori se conoció como Primera Guerra Mundial) que Carlos y yo nos encontrábamos estudiando a fondo… aunque sin salir de nuestra ciudad, Donostia-San Sebastián. Habíamos tomado la decisión de trasladarnos a esa época porque Carlos quería investigar, de primera mano, cómo era el San Sebastián de entonces y el ambiente que se respiraba en este lugar del mundo. Espionaje, personalidades de primer nivel que veraneaban en nuestra ciudad, el Gran Casino donostiarra lleno de glamour y de personajes misteriosos y extravagantes… un momento, sin duda, apasionante… y peligroso, como todos los grandes momentos históricos. Nuestro papel era el de dos periodistas que indagaban en la realidad de esa época, buceando en ella a la búsqueda de la noticia y de su difusión. Sin duda, era una gran época para contar lo que sucedía tanto en nuestro entorno más cercano, como en las grandes corrientes estratégicas a nivel mundial. Como la periodista en la que yo me había convertido, tenía la obligación de leer los diarios más importantes y estar bien informada de todos los sucesos. Y fue así, leyendo “Le Miroir”, donde pude enterarme de que en Burdeos se iba a celebrar un pic-nic, en un bello jardín, al que asistirían los habitantes de la ciudad que lo deseasen, con el fin de disfrutar del buen tiempo y pasar el día tomando algunas exquisitas viandas y buenos vinos.

 

 Cuando se lo comenté a Carlos le pareció una idea excelente acudir allí a entablar relaciones con nuestros vecinos. Además, en Burdeos, en esos momentos, estaban desembarcando tropas de Estados Unidos que, por fin, habían decidido venir en ayuda de los aliados contra los Imperios Centrales, desequilibrando así la balanza de la guerra frente a Alemania. Una ocasión histórica de ver, en directo, uno de esos momentos en los que el Mundo cambió definitivamente.

 

  Así que, al día siguiente, nos subimos con nuestro equipaje a nuestro Ford T último modelo y tomamos rumbo al Norte, atravesando nuestra vecina Francia. Fue un viaje muy entretenido, parando en varios cafés a lo largo del trayecto a tomar un tentempié y para cargar combustible en las tiendas donde se vendían latas de él, pues los surtidores, tal y como hoy los conocemos, estaban todavía lejos de ser una realidad…  Todo esto sin dejar de tomar notas para observar el ritmo de los acontecimientos y porque teníamos que demostrar que éramos periodistas de verdad, ya que nuestros carnés de Prensa nos resultaban verdaderamente útiles para transitar por una Francia en estado de guerra, por más que el frente occidental quedase lejos, muy lejos de Burdeos.

 

 El día del pic-nic lucía un sol radiante. El césped del jardín y la sombra de los árboles eran un lugar estupendo para templar el calor del hermoso día. Tomamos viandas, canapés y refrescos… los más animados incluso bailaron en una plaza del parque, y pudimos charlar con nuestros vecinos bordeleses sobre los últimos acontecimientos mundiales. Bueno… en realidad fue Carlos quien más hablaba de estos asuntos, porque yo acabé subyugada por los vestidos que lucían las damas y me pasé la tarde comentando con ellas las últimas novedades parisinas, la gran labor de las modistas francesas y la fascinación que me producían sus sombreros último modelo plagados de plumas, lazos y encajes del más delicado diseño. 

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Agradecimiento especial a la organización del evento por obsequiarnos con estas magníficas fotografías

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